El lenguaje no es transparente


Fig.1 ©Mel Bochner

Es curioso como el lenguaje técnico se apropia de pronto de una metáfora. No recuerdo cuando fue la primera vez que leí sobre la transparencia del signo verbal, ni sabría decir ahora dónde. Pero la cuestión se planteaba desde la reflexión semántica y apuntaba que, por arbitrarios y abstractos, los signos verbales y las palabras son triviales e intrínsecamente transparentes en su parte significante. Osea, que ante el protagonismo absoluto del significado, cuando uno lee la palabra “vaca” no está pensando en la letra “v”, en la letra “a” o en la letra “c”, ni en el conjunto visual que forma la palabra; despreciamos el valor plástico de la tipogafría, tamaño, trazo o color en la palabra. De manera que la atención salta automáticamente por encima de la parte significante de “vaca” y aterriza de lleno en la imagen del ungulado que pasta hierba y dice “muuuu”. Así son las cosas de la comunicación.


Pero en el terreno de las artes además de comunicar simbolizamos. Como decía Barthes: “Se trata de toda la diferencia que existe entre hablarle a alguien (lo cual depende de la comunicación) y hablar de algo (lo cual depende de la simbolización).” (Roland Bathes, 2001)


Las artes visuales se vienen sirviendo de la palabra desde la historia antigua. Se dice, de hecho, que la imagen se concreta por la palabra y que nuestras experiencias artísticas están dominadas por el lenguaje: “Without words and labels you don´t know what you’re looking at. As clothes make the man, language makes the picture.”  Amy Goldin,(1970)


Ejerciendo su dominio desde el título, la palabra orienta y dirige el significado de un cuadro, lo mismo sucede en la ilustración gráfica con el pie de página o el texto de referencia. Pero a veces, las palabras se cuelan en la escena misma. Ahora me viene a la cabeza, por ejemplo, la obra del pintor Louis David “La muerte de Marat”, donde se pretende representar al periodista y congresista francés asesinado, todavía dentro de la bañera donde se le mató, sosteniendo visiblemente una nota inculpatoria escrita por su asesina, donde leemos (en francés) “13 de julio de 1793: Marie-Anne Charlotte Corday al ciudadano Marat: Basta que yo sea realmente desdichada para tener derecho a vuestra amabilidad”. Obviamente la nota no es auténtica, sino que forma parte de la idealización imaginada por David, amigo personal de Marat. La carta inculpatoria forma parte de una escena estudiada para suscitar la idea de martirio y sublimar, así, la muerte del amigo. La palabra es la voz del artista, el timbre y el tono que le falta a la composición muda para desvelar una intención.


Louis David. Muerte de Marat

En el ejemplo de David, aún dentro del lienzo, el signo verbal mantiene su transparencia intrínseca, porque se mueve dentro del plano icónico. Pero ¿qué sucede cuando la palabra entra a formar parte de una estrategia plástica? Es curioso el ejemplo de la serie “Languaje is not transparent” o la serie "Blah, blah, blah" del conceptualista estadounidense Mel Bochner. Cuando el artista ofrece un enunciado visual, como los de las figs.1, 3 y 4, toma el significado de la frase escrita como punto de partida para un ejercicio plástico que consiste en dar rendimiento visual a las letras, de manera que la idea “el lenguaje no es transparente” queda desarrollada en la doble dimensión del discurso verbal/plástico: la palabra afirma y la imagen confirma.


Fig.3 ©Mel Bochner


Las palabras aportan el valor plástico de su forma, trazo, color, orientación, tamaño y recurrencia. La palabra habrá perdido su transparencia en favor de un juego retórico que la transforma en imagen sin perder su entidad verbal.


Fig.4 ©Mel Bochner

Teñir la transparencia del lenguaje es un recurso cada vez más frecuente, también en el libro-álbum. Un ejemplo magnífico para mencionar es la obra Tsé-Tsé, de cinco ilustradores: F. Bertrand, O. Douzou, L. Corazza y J. Gerner, editado en español por Fondo de Cultura Económica. El libro propone un juego al pequeño lector que consiste en resistir las ganas de bostezar, resistir el sueño, mientras va volteando las páginas del libro. Los artistas han preparado una larga colección de bostezos para ir pasando uno a uno. 


©Frederique Bertrand Tsé-Tsé 


Será difícil evitar el sueño tal y como los autores han dispuesto las cosas ya que todo está diseñado para provocar el efecto hipnótico del bostezo. En este libro “sin palabras”, es preciso el estudio minucioso de todos los detalles para descubrir hasta qué punto la geminación y la recurrencia de la palabra tsé-tsé, página tras página, paso a paso, poco a poco, adormecen y juegan con nosotros.


©Frederique Bertrand Tsé-Tsé 
Amy Goldin, 1970. ”Words in pictures” en Narrative Art. Macmillan, New York, pág.61.
Roland Barthes, 2001. “Visualización y lenguaje” La Torre Eiffel. Textos sobre la imagen. Paidós Comunicación, pág. 92.

Ana G. Lartitegui

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